El artista reflexiona ante el mundo y también describe su propio mundo. Interpretar la realidad es interpretarse uno mismo. Descubrir y descubrirse, al tiempo. Y comunicarlo a todos los demás que desean asomarse al espacio descubierto. Es arriesgado este territorio, pero pleno de retos y aventuras. Decirle al público en sutiles lenguajes de color, de gestos, de ritmos gráficos, que el universo del artista puede llegar a ser el universo del espectador también. Partir de paisajes reconocibles, de personajes, y alcanzar un nirvana insospechado en común entre autor y espectador. Color y gesto para construir un lugar ilusorio y veraz. Un espacio cierto de armonías cromáticas. Parajes del exterior referenciados, algo opacos, sugeridores, quizás ilusorios, para acabar siendo plenamente ciertos sobre el cuadro. Como un espejo que reflejase a la vez un trozo de realidad y el alma propia. Asomarse a la caverna de las ideas y entrever las otras realidades. Allá donde lo real ya no es tangible. Donde reinan sensaciones y pálpitos etéreos y eternos (y veraces). Para alejarnos y acercarnos al universo. Para acercarnos al cosmos de Rodrigo Alonso entre sus pinturas.
Gestos entre líneas de color y manchas. La realidad hecha y desecha al tiempo. Sismografías de la sensibilidad. Dibujo expresivo, inquieto, seguro. El objeto siempre como pretexto para volar entre colores y trazos negros. Más definidor de territorios interiores que de objetividades de las cuales parte. Algo fiero, en apariencia, pero organizadamente controlado y pulcro. Sincero y sentido. Siempre de manifiesto, casi en desnudez expresiva. También austero. En ningún caso agresivo. Revelador y emocionado.
El artista a menudo erigido en demiurgo entre el cosmos y el caos. Intérprete y constructor. Intérprete del mundo y hábil y constante constructor de propias cosmogonías. Un universo sólo al alcance de los inquietos. Para degustarlo.
Fernando Segovia
Profesor del área de Dibujo de la Facultad de Bellas Artes en la Universidad de Salamanca.