Cuando la abstracción es realista. Rodrigo Alonso Cuesta
1 comentario / Arte, Belleza, Creatividad / Por Raúl
Hablar de un creador puede parecer subjetivo cuando lo haces desde el conocimiento personal y desde la amistad. En este caso, creedme que, mucho más allá, hablo del él como acto de justicia.
Esta entrada podría ser larguísima, porque la estética de la pintura (y escultura) de Rodrigo Alonso Cuesta merecería no solo una cuantas líneas, sino un estudio académico, pormenorizado y que atendiese a todos los detalles.
Rodrigo es un pintor con una larga trayectoria (podéis ver el conjunto de sus trabajos en su blog Cortar y pegar). Es un artista muy rico, tanto desde el punto de vista técnico como desde el punto de vista conceptual: quizás ambos aspectos no sean sino una parte de lo mismo.
A modo de trasvase artístico, puede plasmar en pintura el sentimiento que le transmite una película. Es algo que consigue en una serie de pinturas elaboradas al hilo de El árbol de la vida de Terrence Malick. La pintura que tenéis más abajo, así como el resto de la serie, les demuestra a todos aquellos que no entendieron la película que se perdieron algo del sentido que tiene el artista para captar algo intangible y devolverlo en forma de obra.
Dentro de sus cuadros, confieso mi admiración y devoción por el camino estético que ha emprendido recientemente. Para mí, una de sus obras cumbres es Embarcadero II, que es el cuadro que encabeza esta entrada. También queda perfectamente plasmado en las dos versiones de El mesquilón (podeís ver parte del proceso pictórico en este vídeo, que pertenece al canal del pintor en Youtube). La siguiente imagen pertenece a El mesquilón II. Tuve la suerte de ver algunas fotos de esos cuadros cuando estaban en proceso (Rodrigo es una de las pocas personas que utilizan Whatsapp para cosas que merecen la pena).
Todavía no tenía conocimiento de la serie que vendría después, pero acabé viéndolo. Una pura estética realista a la que va ganando terreno la abstracción. Todavía no se ve, pero esta ahí. No estaría de más acabar, de una vez con todas, con la mentira de que el realismo es siempre y puramente figurativo. No lo es. Nunca lo ha sido (para mí, Mondrian es uno de los pintores más realistas que conozco. Y no es ni paranoia ni confusión. Lo juro). A fuerza de hacerse más nítidos y compartimentarse en colores, lo más puramente cotidiano se convierte en Realidad. Lo mismo puede decirte, también de su serie Vidrios, del que tenemos aquí una muestra (Vidrio VII):
Esta etapa intermedia confieso que me apasiona. Los hallazgos estéticos del pintor y la cantidad de estímulos que es capaz de provocar en el que mira pertenecen no al artífice con más o menos oficio, sino al Artista.
Y no podía ser de otra manera. En el momento en el que se descubre que la realidad lo es precisamente porque puede segmentarse y no fragmentarse. En el momento en el que alguien descubre que los segmentos forman parte de un todo, basta con darle una vuelta más. Y, en la obra de Rodrigo Alonso, podemos ver el proceso, el cambio: el collage (esta elección estética y no otra es totalmente significativa) de papel sobre tabla Molinos en Baltanás:
El final –provisional, afortunadamente. ¿Quién sabe hacia dónde nos llevará el artista en el futuro?– lo tenemos en la serie de paisajes castellanos. Una vez visto todo lo anterior, ¿alguien dudaba que el paisaje, el auténtico, no podía ser más que arte abstracto? Lo podemos ver en la obra En el límite: Castilla en el paisaje I:
Nótese bien, por si alguien estaba algo despistado, el título del cuadro: no se trata de que sea el paisaje sea un paisaje de Castilla. Se trata, simplemente, de que Castilla estaba en el paisaje. Nada más y nada menos. Es estar en el límite.
(Esta es solo una pequeña muestra. Como siempre en este blog, personal y subjetiva. Podéis deleitaros mucho más con las exposiciones y con la página web de Rodrigo Alonso Cuesta: artista.)